El estrés es una respuesta de nuestro organismo ante circunstancias que se nos presentan y que nos sobrepasan. Vamos a intentar diseccionarlo para así entenderlo mejor.
Imagina esas situaciones que amenazan tu seguridad o equilibrio en la salud, en tus relaciones o el trabajo, por ejemplo ir al hospital, prepararte para examinarte en una oposición o ir a conocer a los padres de tu chico o chica.
Ponte en la situación de tomar una decisión que es importante para ti, como puede ser elegir la casa que te vas a comprar o dejar de vivir con tus padres para irte con tus colegas.
Ya has hecho la compra de tu casa y se amontonan las cajas con la mudanza y además en el trabajo ha entrado una carga de trabajo muy alta y te piden que tú la gestiones. Como ves son situaciones muy diferentes que van desde la sobrecarga de trabajo, los problemas que te gustaría solucionar pero no está en tus manos (la crisis del Covid); las circunstancias que impiden que lleven la vida que te gustaría ahora (un confinamiento); tener que realizar tareas aburridas, con las que no estás de acuerdo o están en contra de tus valores. Las hay transcendentales, cotidianas, desagradables, pero también ilusionantes. Se han realizado listas de los acontecimientos más estresantes pero seguro que puedes determinar cuales son las que a ti te afectan más porque no todas afectan en el mismo grado a todo el mundo.
Además, es imprescindible que para que una situación resulte estresante sea amenazante o que al menos así la consideremos nosotros. Recuerda cuando eras peque y había situaciones que te inquietaban. Muy posiblemente ya no son situaciones estresantes pues ya has aprendido que no son peligrosas y tienes los recursos para manejarlas.
¿Qué ocurre sí algo nos resulta amenazante, pero sentimos que tenemos los recursos para hacerle frente? Posiblemente nos estresaremos sólo lo justo para solucionarlo. Cosa diferente pasará si creemos o sabemos que excede de nuestras capacidades o conocimientos (en la universidad nos dan bibliografía en inglés y no lo controlo bien). Trae a la memoria por ejemplo el primer día de curre, ¿fue igual de estresante el primer día que cuando ya habías adquirido experiencia?
Como ves es necesario que se de una situación relevante, que la percibamos como amenazante y que pensemos que no podemos hacerla frente.
El estrés nos ayuda en las circunstancias que hemos puesto como ejemplos y en muchas otras a llevar a cabo las acciones necesarias para solucionarlas. Ahí el estrés es un buen aliado que juega a nuestro favor. Sin embargo, ¿Qué ocurre cuando por mucho que haga no soluciono la situación que tengo, bien porque no dispongo de los medios o porque no se puede hacer nada? ¿Y qué pasa si creo que no hay nada que yo pueda hacer? Probablemente ahí es donde sienta y grite: ¡Estoy atacá! ¡No hay quien aguante este estrés!
Cuando esas situaciones que consideramos peligrosas y ante las que nos sentimos indefensos se dan de forma repetida, se perpetúan en el tiempo o se dan de una manera muy intensa pueden llevar al agotamiento y desencadenar hostilidad, ansiedad, desánimo, falta de atención, apatía, etc. Así mismo, este estrés se relaciona con una amplia gama de alteraciones de la salud como problemas de sueño, dolor de cabeza y de estómago y ciertos trastornos dermatológicos, musculares, estomacales y sexuales entre otros.
Seguramente si tienes un fuerte estrés estás haciendo todo lo que consideras correcto para que no te afecte tanto y quizá sólo lo consigues a medias. No significa que haya nada malo en ti. La vida, hoy más que nunca, nos pone delante múltiples (pequeñas, importantes, duraderas, insistentes) situaciones que nos producen estrés. Quizá algunas de estas ideas te puedan ayudar.
1- Aprende a conocer qué situaciones son las que a ti te producen estrés. No tienen porqué coincidir con las de otras personas. Recuerda que pueden ser acontecimientos que consideramos nimios como cambiar de Smartphone a cruciales como cambiar de ciudad.
2- Conecta con lo que tú sientes cuando sufres de estrés. ¿Qué se moviliza? ¿En qué parte del cuerpo? ¿Cómo son esas sensaciones? Recuerda que, aunque hay unas manifestaciones típicas relacionadas con el estrés, lo importante es que tú puedas reconocer cuales son las específicas tuyas.
3- ¿Qué es lo que has hecho cuanto has tenido estrés? Y sobre todo ¿qué has dejado de hacer de aquellas cosas que para ti son valiosas? ¿Puedes apreciar que hay algo ha cambiado de lo que sueles hacer?
4- Estos tres primeros puntos nos permiten saber cuales son los primeros indicios que nos avisan de una posible situación estresante para nosotros o de que estamos empezando a sentir o hacer algo que no es tan habitual en nosotros. En muchas ocasiones no somos capaces de darnos cuenta de que estamos estresados pero las personas que nos conocen y tenemos cerca pueden ser un buen aviso.
5- Toma perspectiva. ¿Es el estrés sólo producto de la situación o también tiene que ver con que las cosas no son como yo quiero y cuando yo quiero? Recuerda que, si tenemos una gran exigencia de lo que tiene que ocurrir, cómo y cuando, la frustración nos va a estar esperando a la vuelta de la esquina.
6- Determina qué aspectos de las situaciones estresantes puedes controlar y cuales no. Focalízate en aquellas sobre las que sí que tienes control.
7- ¿Y aquellas sobre las que no puedo hacer nada? De algunas fuentes de estrés podemos alejarnos sin gran coste personal. Por ejemplo, si te produce estrés escuchar tantas noticias sobre la pandemia puede ser una buena idea reducir el tiempo que pasamos frente a la televisión o hablando del tema. Sin embargo, si el estrés nos lo produce la enfermedad terminal de una persona querida quizá no es buena idea dejar de visitarle o cuidarle. La práctica de Mindfulness puede ser de ayuda en estos casos.
8- Saca momentos para desconectar, para centrarte en aquello que para ti es divertido, relajante y valioso. Puede ser buena idea estar en contacto con gente con la que puedas compartir esos momentos.
9- Intenta no dejar sin hacer eso que, aunque es importante para ti, también resulta molesto o estresante. Tienes todas las cajas de la mudanza sin abrir, pero lo vas dejando y dejando porque piensas que es una tarea aburrida y quizá te traiga ciertos recuerdos. ¿Cuándo lo esquivas ya no vuelve la idea de que quieres desempacar? ¿o lo hace una y otra vez y cada vez de una manera más desagradable?
10- En ocasiones los retos que tenemos delante son muy grandes o vemos que las circunstancias que tenemos que solventar son como gigantes y no sabemos por donde empezar. Ante estas situaciones fácilmente nos paralizamos y nos invade la desesperanza. Puede ser buena idea desmenuzarlo en pequeñas tareas. Imagina por ejemplo que tienes una sobrecarga de trabajo. Siempre será más fácil ordenarlo primero y ver cómo puedes ir resolviendo asunto por asunto.
Por último, recuerda que es muy humano sentir estrés y que en numerosas ocasiones nos ayuda a superar obstáculos. El problema viene cuando se perpetúa e interfiere en las diferentes facetas de nuestra vida.
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